La
música en Altamira era algo mágico.
Hombres, mujeres, niños y ancianos participando en tradicionales ceremonias durante la noche. Mientras las estrellas y los ancestros observan.
Instrumentos hechos a mano. Tambores con troncos ahuecados cubiertos con membranas tensadas amarradas con cuerdas. Flautas hechas con cañas.
Hombres tocando, mientras mujeres y niños cantan y danzan alrededor de la hoguera.
Son
canciones que los antepasados inventaron y han sido heredadas por el clan.
Los más adentrados en edad se encuentran sentados en el suelo, admirando la gran ceremonia de la que ellos formaron parte en sus días de juventud.
La
percusión inundaría todo el lugar, ritmos rápidos y tocados con seguridad.
Canciones sin partituras, memorizadas.
Al final de la ceremonia musical realizan pinturas en las paredes de sus cuevas, quedando marcadas en el cerebro colectivo.
La
música, el canto y la danza, energía de todos, rebosantes de alegría,
dedicados a los ancestros que observan orgullosos desde el estrellado
cielo