Estudios actuales permiten asegurar que en los tiempos del florecimiento de Altamira, las mujeres participaban en la vida del grupo de una manera muy igualitaria a hombres, ancianos y niños. Todos eran necesarios para la supervivencia de todos.
Así, además de las tareas de crianza y subsistencia básicas, las mujeres realizaban otras tareas, tales como recolección de frutos y plantas, junto con trabajos que permiten suponer el conocimiento de la elaboración y uso de herramientas de sílex y hueso, pesca e incluso, caza menor.
Nada hace pensar que en aquella época se considerara todo lo relacionado con la maternidad(crianza, lactancia, educación de los niños, higiene y alimentación) como tareas menores o más prescindibles que las que, progresivamente cada vez mas, iban realizando los varones. Pues el devenir de la historia significaría la especialización de las tareas por sexos, el reparto de roles y, desgraciadamente, la práctica desaparición de la mujer como protagonista de la historia.
¿En qué momento ocurriría esto? Es tarea de los historiadores dilucidarlo. Lo seguro es que el inicio de la Historia conocida nos expone ya una clara diferencia entre los derechos y deberes de los dos sexos, y la mujer ya aparece confinada al ámbito de lo doméstico, injustamente definido como intrascendente y de menor importancia, si lo enfrentamos con el ámbito público que se identifica con lo masculino: la defensa, la conquista, la construcción de ciudades y, más tarde, de imperios..
Y así fue durante milenios. Lo que sabemos de la mujer, ya sea historia o ficción, nos llega siempre a través de ojos de varón. Ellos son los que han escrito la historia, los que han tenido acceso a la cultura, a la escritura, al poder. Las mujeres no tenían voz, puesto que ni siquiera tenían acceso a la tinta y a la pluma, ni posibilidad de aprender a utilizarlas. Posiblemente, ni aún siquiera pudieran alimentar el sueño de aprender y destacar: no había lugar en el mundo público para ellas. Y esos varones que escribieron la historia raramente dirigían su mirada más allá de los grandes hechos, los hitos de la historia: invasiones, conquistas, batallas, reyes y papas...Momentos y lugares en los que apenas aparecen las mujeres y, si lo hacen, siempre son en su calidad dinástica y como moneda de cambio entre familias reales.
Virginia Woolf en su famosísimo "A Room of One's Own" (Una habitación propia) discurre largo y tendido sobre las condiciones extremadamente difíciles que habrían de haber superado las mujeres de talento y temperamento artístico para realizarse como artistas. Condiciones tan duras que, inexorablemente, habrían acabado en su sometimiento a las normas sociales y patriarcales o en su exilio social.
Woolf inventa un personaje ficticio, Judith Shakespeare, hermana melliza del genial William, y le otorga el mismo talento y espíritu inquieto de su hermano. Para empezar, ella no habría sido enviada al colegio, con lo cual su acceso a la educación habría quedado relegado a las paredes del hogar familiar, donde, siendo muy optimistas, podemos imaginar que habría aprendido a leer y escribir. Sin embargo, su acceso a libros u otra forma de cultura habria sido bastante limitado y, de haberlo tenido, siempre supeditado a otras tareas prioritarias, los deberes del hogar familiar. Llegada una edad, su padre le habría instado a casarse y, aún suponiendo su resistencia, habría sido obligada a hacerlo, incluso con castigos físicos. Así, mientras que todos colaboran para que su hermano William se establezca y triunfe, Judith es atrapada en los confines del claustrofóbico mundo femenino. Woolf imagina que, desesperada, Judith se suicida, mientras que su hermano vive una vida plena y establece su legado para la eternidad.
En nuestra práctica docente y dentro del Departamento de Inglés hemos incorporado el análisis y la reflexión sobre estos temas en actividades de clase. Durante este curso, por ejemplo, con motivo del Día contra la Violencia de Género, compartimos en clase la trágica historia de las hermanas Mirabel, pues es la conmemoración de su asesinato el 25 de noviembre lo que marca en el calendario la celebración de ese día. Ilustramos la historia con el visionado parcial de la película The time of Butterflies.
Buscando modelos de mujer de épocas lejanas que supieran elevarse por encima del acallamiento al que se les condenaba, trabajamos también en clase la biografía y obra de las hermanas Brontë, y dedicamos especial atención a Jane Eyre, la primera novela protagonizada y narrada por una mujer, y además en primera persona. También pudimos ver la película y fue muy gratificante ver cómo esta historia tan antigua aún conmueve a un público tan joven.
Y continuaremos a lo largo de los meses que nos quedan dando voz a las eternas olvidadas, pero eso será tema para otro post.